27 Dic. 2022
En estos días de descanso y de reflexión, decidí abandonar la temática política mexicana, de muy intensa toxicidad, para analizar otros temas existenciales con algunos restos de mi extraviado sentido del humor.
Hace unos días cuando pasaba la mirada distraída por las páginas de un libro escrito por George Lois, intitulado Damn Good Advice, me encontré con un razonamiento que me llamó mi atención. El autor sostiene que el sueño es un terrible enemigo, nos roba una tercera parte de la vida, un despojo que nos impide trabajar. (Ocho horas diarias de sueño x 365 días x 80 años). Lois sentencia: si una persona llega a cumplir 80 años de edad y durmió 8 horas al día, habrá desperdiciado 233,600 horas. Según el autor, una persona podría haber aprovechado su tiempo en alguna tarea de más utilidad que permanecer tirado inconsciente en la cama o en una hamaca.
Parafraseando a Lois: si alguien tiene 20 años y vive hasta los 80 y en los siguientes 60 años decide dormir tan sólo 7 horas en lugar de 8, la persona podría aumentar dos años y medio más dedicados a la producción. El ahorro de tiempo útil puede ser todavía mayor si se descansan solo 6 horas al día, para ya ni hablar si tan solo se pudiera dedicar 3 horas al día al sueño.
La lectura del texto, lo concedo, me produjo cierta angustia al volver a caer en cuenta que uno pasa inconsciente una tercera parte de la existencia, pero, ¿cómo impedirlo?
Vale la pena recordar una de las torturas a las que sometía la NKVD, la autoridad soviética encargada de la seguridad del Estado, a las víctimas para obligarlas a confesar crímenes que la mayoría no había cometido. El suplicio consistía en sentar a los acusados en sillones muy cómodos, de tal forma que cuando aquellos se dormían, eran pateados brutalmente en las espinillas para despertarlos. A los 3 días de insomnio empezaban a alucinar hasta caer en la absoluta pérdida de facultades mentales.
Hoy en día, la ciencia nos anuncia que la falta de sueño puede provocar pérdida de memoria y de apetito, disminución del peso, deterioro de la vida sexual. Otros estudios concluyen que cuando las personas duermen menos de 6 horas al día, un 30% de ellas podrían caer en la obesidad, porque la privación de sueño estimula los antojos de alimentos con alto contenido de grasa y carbohidratos, lo que llevó a muchos investigadores a aceptar que el sueño saludable y adecuado, debe incluirse como parte de los programas de pérdida de peso.
Agregan los científicos que la privación crónica del sueño puede afectar la capacidad del cuerpo para regular el cortisol, la principal hormona del estrés que no solo origina el envejecimiento prematuro de la piel, la cual, a falta de colágeno, pierde su elasticidad y al aflojarse produce arrugas, además de ser el origen de los malos humores y de la aparición de ojeras que delatan cansancio y fatiga ante la incapacidad de desahogar presiones inevitables de la vida cotidiana. Por si fuera poco, el disparo de los niveles de cortisol aumenta la presión arterial, lo que podría causar diversos problemas, como las enfermedades cardiacas, además de la diabetes, porque se libera menos insulina, la hormona que regula el azúcar en la sangre. Por otra parte, los neurólogos confirman que, ante la insuficiencia de sueño, el cuerpo produce menos citoquinas, "un tipo de proteína que genera infecciones e inflamaciones activando la respuesta inmune del cuerpo". Con el tiempo, la falta de sueño puede contribuir a la depresión, a la irritabilidad y a la ansiedad, estados de ánimo que se corrigen al recuperar los horarios normales de sueño.
¿Conclusión...? Si usted no desea padecer obesidad ni pérdida de memoria ni de apetito, ni enfermedades cardiacas ni diabetes ni deterioro de la vida sexual ni desea presenciar el envejecimiento prematuro de la piel, entonces duerma sus 8 horas sin importarle las 233,600 horas desperdiciadas en el mundo inconsciente. Es más, en las tardes póngase su pijama de ositos y tome una siesta sin olvidar poner la bacinica debajo de la cama como lo hacían nuestros sabios abuelos. Vive más quien duerme siesta: a los hechos...
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